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Entrevistas 22 marzo, 2019 I+D+i Internacionalización

Fresadoras de altos vuelos

La cooperativa Soraluce apuntala su vocación internacional con una inversión de nueve millones en una nueva planta en Bergara para máquinas de gran tamaño
Rafael Idigoras, Soraluceko zuzendari nagusia.

 

La cooperativa Soraluce apuntala su vocación internacional con una inversión de nueve millones en una nueva planta en Bergara para máquinas de gran tamaño

 

A caballo entre Eibar y Elgoibar se encuentra la localidad de Soraluce, que da nombre a esta cooperativa que forma parte del Grupo Danobat y que lleva tatuado a fuego lento la máquina herramienta desde 1952. Con plantas en Euskadi (nada menos que cinco) y delegaciones estratégicas en Alemania e Italia que conforman una ‘familia’ de 330 personas, Soraluce es un claro exponente de la apuesta vasca por la internacionalización, que hace efectiva en continentes como Europa, Asia o América y que le lleva en estos momentos a exportar el 90% de sus productos, entre los que se encuentran sus reconocidas máquinas fresadoras, auténticos Ferrari que pueden llegar a tener un valor en el mercado de seis millones de euro, subraya el director general de la empresa, Rafael Idígoras.

 

¿Dónde está la clave para seguir más vivos que nunca en el mercado desde 1952?

En la constancia, la coherencia y la consistencia. Y ahí estamos desde hace casi 60 años con sus ciclos y sus etapas en las que la internacionalización de nuestros productos siempre han tenido un protagonismo clave.

 

Háganos una radiografía de su taller en estos momentos… ¿Cuál es la última máquina que acaban de fabricar?

Soraluce fabrica del orden de unas cien máquinas al año, de ahí que el trajín en la planta sea muy intenso, bien con clientes que nos acaban de llegar de Turquía, Italia o Bélgica.

 

También países más ‘calientes’ desde un punto de vista geopolítico como Brasil, Irán, Estados Unidos o Rusia forman parte de su cartera de clientes. ¿Las tensiones propias en las que se encuentran es algo que les afecta o preocupa?

Sí, claro, es lo normal. Aunque el crecimiento global continúa hay riesgos que se están intensificando. Aunque exportamos el 90%, la mayor parte se centra en Europa, especialmente en los mercados alemán e italiano, donde tenemos delegaciones propias. Solo estos dos países se llevan entre un 50%-60% del pastel exportador de Soraluce en Europa. El resto de las ventas mundiales, afortunadamente, están muy diversificadas, lo que sin duda reduce el riesgo.

 

¿Por qué esa apuesta física por Alemania e Italia?

En 1987 decidimos llevar a cabo un cambio estratégico de producto y de mercado, y nos centramos en la fresadora como proyecto único y diferenciador para el mercado alemán, donde cuatro años después constituimos una delegación con la que pretendíamos conquistar este mercado, que es el más tecnológico, avanzado y exigente del mundo. Y partir de ese posicionamiento, reproducir un efecto ondas para ir expandiéndonos a otros mercados y zonas geográficas de Europa. Ese mismo modelo lo repetimos después en 2001 con una delegación en Italia (segundo país europeo más importante en cuanto a fabricación de Máquina Herramienta) y entre ambas filiales damos empleo ahora mismo a unas 90 personas.

 

Siendo Soraluce una pyme cooperativa de relativo tamaño en este sector, ¿cómo logra hacerse un hueco en casa de estos dos gigantes?

Nuestra principal ventaja, como todo el sector vasco, es que siempre habíamos tenido una buena relación calidad precio. Sin embargo, a partir de 2010 nos dimos cuenta de que esta ventaja ya no era suficiente y por eso decidimos apostar muy fuerte por situarnos como líderes tecnológicos del subsector de fresadora a nivel mundial.

 

¿Cuánto pueden llegar a pesar algunas de las máquinas que ustedes fabrican?

Nuestra mayor fresadora rondará las 500 toneladas. La instalamos en Italia en 2017 con una capacidad de 1.000 metros cúbicos de trabajo. Se diseñó y fabricó en Euskadi, el cliente la vio y la testó, y posteriormente volvimos a desmontarla para poder enviarla hasta Italia en 13 camiones especiales y, de nuevo, montarla. Un trabajo arduo, sí…

 

El caso es no parar y ahora les ha dado por construir una nueva planta en Bergara. ¿Por qué?

Así es, hemos invertido nueve millones de euros en unas nuevas instalaciones destinadas a la fabricación de máquinas de dimensiones y potencias elevadas para el mecanizado de piezas de gran tamaño. Es nuestra quinta planta en Euskadi, que pretende dar una respuesta tecnológicamente puntera a la creciente demanda de mecanizado de piezas de elevado tamaño por parte del sector industrial.

 

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