Dorlet protege el perímetro de seguridad del Templo de Luxor y el Valle de los Reyes en Egipto
La compañía alavesa Dorlet, fundada en 1989 y sede en el Parque Tecnológico de Euskadi (Campus de Álava), centra su nicho de mercado en la seguridad inteligente y todo lo que atañe a los controles de acceso integrales, especialmente en lo que tenga que ver con las llamadas instalaciones críticas, que suelen ser redes, servicios o equipos físicos y de tecnología de la información cuya interrupción o destrucción pueden tener un gran impacto en la sociedad. Uno de sus últimos proyectos le ha llevado hasta Egipto, donde ha desarrollado un perímetro de seguridad para proteger enclaves de alto impacto turístico como el Templo de Luxor, el Complejo de Hatshepsut y el Valle de los Reyes. Todo ello, advierte Natxo Rojo, Director de la Unidad de Negocio de Dorlet Security, “respetando el patrimonio arqueológico y evitando el impacto visual”.
¿En qué contexto se produce este proyecto?
A raíz de los ataques a turistas por grupos integristas, el Gobierno de Egipto tomó la decisión de reforzar seriamente la seguridad de sus principales enclaves arqueológicos. Y ahí entró en juego la colaboración con el Estado, que implicó a empresas especializadas. Entre ellas, la nuestra recibió la responsabilidad de aportar soluciones tecnológicas para lugares de un valor incalculable como el Templo de Luxor, el complejo de Hatshepsut y el Valle de los Reyes. Desde el primer día sabíamos que era un proyecto muy especial, porque no se trataba solo de seguridad, sino también de proteger patrimonio universal.
¿Qué significa para Dorlet haber participado en un proyecto de esta magnitud internacional?
Para nosotros ha sido una enorme responsabilidad y, al mismo tiempo, un orgullo muy grande. Significa que hemos podido demostrar nuestra capacidad en un escenario internacional de máxima exigencia. No es un entorno cualquiera: estamos hablando de lugares declarados Patrimonio de la Humanidad, visitados por millones de personas. Nuestra misión ha sido aportar tecnología avanzada, pero siempre con sensibilidad cultural, con soluciones que son eficaces pero no invasivas, que no alteran el paisaje ni la experiencia del visitante. También nos ha permitido reforzar nuestra proyección internacional, mostrando que la innovación que desarrollamos en nuestro centro de Miñano puede estar presente en proyectos tan simbólicos como estos.
¿Cómo de grande es la zona que han perimetrado?
Los números ayudan a entenderlo. En el Templo de Luxor, hablamos de un perímetro de aproximadamente un kilómetro. En el caso del complejo de Hatshepsut y del Valle de los Reyes, la magnitud es muchísimo mayor: unos 10 kilómetros de perímetro en forma de semicírculo. Y la parte abierta de ese semicírculo, está protegida por las fuerzas militares egipcias. De esa manera, la cobertura es completa: tecnología en los tramos instrumentados y presencia humana en el resto. Esto muestra bien la escala del reto: había que proteger áreas enormes, abiertas, en pleno desierto, pero sin colocar vallas modernas ni elementos que desvirtúen el valor arqueológico.
El corazón de la solución radica en un sistema de protección perimetral subterráneo. ¿Cómo funciona?
La idea es sencilla de explicar y, al mismo tiempo, muy eficaz. Bajo tierra se instala un cable sensor, invisible al ojo humano, capaz de detectar variaciones de presión provocadas por una pisada o por cualquier movimiento significativo en la zona. Esa señal viaja a una unidad de control -un miniordenador desarrollado por Dorlet- que actúa como cerebro local del sistema. Allí se analiza mediante algoritmos programados y si se determina que se trata de una intrusión real, se activa en milisegundos una cadena de respuesta automática. A continuación, el evento llega al operador en el centro de control, que lo visualiza en su pantalla geolocalizado en un mapa sinóptico la alarma y acompañado de la imagen en directo. Además, nuestro sistema gestiona el control de accesos físicos mediante lectores RFID en las zonas más restringidas. La clave está en que todo el proceso sucede de forma inmediata y sin necesidad de vallas ni sistemas que alteren el paisaje arqueológico, logrando una seguridad eficaz e invisible.
¿Qué ocurre exactamente cuando alguien pisa una zona no autorizada?
El sistema funciona como un guardián invisible que observa, detecta y actúa sin alterar el entorno. Es como si el propio suelo reaccionara, despertando un mecanismo que nadie ve, pero que lo vigila todo. En un sistema de intrusión perimetral, la lógica es siempre la misma, una acción mínima se convierte en una alerta de seguridad perfectamente organizada. Basta con que alguien pise una zona protegida para que el sensor enterrado perciba la presión y la transforme en una señal eléctrica. Esa señal no se queda ahí, pues es el punto de partida de una cadena de respuesta inmediata que combina tres fases esenciales, como la detección, la disuasión y la verificación. En la práctica, lo que empieza como una simple pisada en la arena se convierte, en cuestión de milisegundos, en una respuesta organizada, disuasoria y plenamente trazada.
Y las posibles falsas alarmas en un entorno tan duro como el desierto… ¿Cómo se evitan?
Ese es un punto muy importante, porque un sistema que genera falsas alarmas deja de ser útil. El entorno del desierto es muy exigente (viento, arena, temperaturas extremas, incluso animales pequeños…) Para evitar falsas alarmas, utilizamos varias capas de seguridad y además, para garantizar la fiabilidad en un clima tan extremo, todas las cajas donde están alojadas las unidades de control disponen de aire acondicionado y sensores de temperatura, lo que asegura que la electrónica funcione siempre en condiciones óptimas, incluso bajo calor extremo. Con todo esto conseguimos un sistema robusto y fiable, capaz de trabajar en condiciones extremas y de reducir al mínimo las falsas alarmas.
¿Cómo se coordina todo este sistema y quién lo gestiona?
Todo el sistema se supervisa desde dos centros de control redundados en alta disponibilidad. Esto significa que, si uno fallara, el otro toma el control automáticamente y la seguridad nunca se interrumpe. Este enfoque nos asegura una visión global y centralizada, donde cada evento queda registrado y documentado, lo que aporta trazabilidad y confianza. Y al mismo tiempo, la seguridad es invisible para el visitante, porque no hay elementos que alteren la experiencia cultural.
¿Cuál es el impacto cultural y qué representa para Dorlet este proyecto?
El impacto cultural es muy positivo porque la seguridad es invisible y respetuosa: no hay vallas ni elementos que contaminen visualmente el paisaje arqueológico. El visitante puede disfrutar del templo o del valle sin notar la presencia de la tecnología, pero estando protegido en todo momento. Y para Dorlet, este proyecto es un hito emblemático. Supone demostrar que podemos llevar nuestra innovación a uno de los escenarios más emblemáticos y exigentes del mundo. Es un motivo de orgullo y también de responsabilidad, porque hablamos de proteger un patrimonio universal que pertenece a toda la humanidad.